miércoles, 30 de noviembre de 2005

El Número de la Bestia - Robert A. Heinlein

- No tenemos tiempo para perder ni en gigantes ni en liliputienses. Ninguno de ellos dispondrá de tocologos capaces de cuidar de vosotras dos. "Liosa", prepárate para llevarnos a cien mil unidades. Luego para una rotación. ¿Tiene alguien alguna teoría acerca de lo que nos está pasando? ¿Además de la sospecha de "Liosa" de que estamos muertos y no lo sabemos?
- Tengo otra teoría, Zebbie.
- Adelante, "Liosa".
- No te rías..., porque fuiste tú quien me dijo que tú y Jacob discutisteis acerca de ello, la idea de que el pensamiento humano existe como cuantos. No sé distinguir los cuantos de la líneas aéreas Qantas, pero sé que un cuanto es una unidad indivisible. Me dijiste que tú y Jacob discutísteis la posibilidad de que la imaginación tuviera su propio tipo de unidades indivisibles de cuantos... Tú las llamaste "fictones"... ¿O eran fictas? De todos modos, la idea era que cualquier historia alguna vez contada..., o que será contada algún día, si esto significa alguna diferencia..., existe en algún lugar en el Número de la Bestia.
- ¡Pero Hilda, mi amor, eso era tan sólo una especulación abstracta!
- Jacob, tus colegas consideran este coche como una "especulación abstracta". ¿Vas a decirme que el cuerpo humano es tan sólo un conjunto de ecuaciones complejas de formas ondulantes? Por eso te mordí... No me importa ser una forma ondulante, las ondulaciones son hermosas; te mordí por utilizar el adverbio "tan sólo".
- Zebadiah, hay una ciudad a la izquierda. ¿Vale la pena echarle una mirada antes de irnos?
- Capitana, tú debes decidir eso. Viste el pánico que causamos en ese barco. Imagínate a ti misma con catorce centímetros de algura y viviendo en esa ciudad. De repente aparece un gran monstruo aéreo y planea hacia ti. ¿Qué ocurrirá? ¿Cuántas pequeñas personitas se desmayarán? ¿Cuántas morirán de un ataque al corazón? ¿A cuántas estás dispuesta a matar para satisfacer tu curiosidad? Para esa gente nosotros somos monstruos peores que las sabandijas.
- ¡Oh, querido! ¡Tienes razón, Zebadiah..., desgraciadamente! Vámonos de aquí.
- Copiloto, prepara tránsito vertical hasta cien mil unidades de altura.
- Transición, eje 'H', positiva, palanca punto cinco... ¡Preparada!
- Ejecuta. -Proseguí-: Capitana, me gustaría permanecer aquí por un rato.
- Muy bien, Zebadiah.
- "Liosa", déjanos oír tu teoría. Capitana, estoy asustado por demasiadas escapadas por los pelos. Sabemos cómo trasladarnos de un análogo de la Tierra al siguiente; lo único que necesitamos es disponer de mucho espacio. Pero estas rotaciones hacen que se me ponga el pelo blanco. Las leyes del azar están a punto de atraparnos.
- Zebbie, no creo que las leyes del azar tengan nada que ver con esto. No creo que hayamos corrido ningún peligro en ninguna rotación.
- ¿De veras? "Liosa", voy a cambiar tareas contigo tan pronto como obtenga el permiso de la capitana.
- ¡No, no! Yo...
- ¡Gallina!
- Zebbie, tus corazonadas son una de las razones por las que digo que las leyes del azar no tienen significancia aquí.
- "Liosa", las leyes estadísticas son las más firmemente establecidas de todas las leyes naturales.
- ¿Se aplican en el País de Oz? -Preguntó Deety.
- Esto... Maldita sea si lo sé. Touché!
- Zeb, Hilda no se ha expresado como quería; sin embargo, estoy de acuerdo con ella. Llamar a las ecuaciones utilizadas en estadística "leyes de la naturaleza" es una incorrección. Esas ecuaciones miden el grado de nuestra ignorancia. Cuando lanzo al aire una moneda y digo que las posibilidades de que salga cara o cruz son de un cincuenta por ciento, estoy símplemente declarando mi ignorancia total del resultado. Si yo supiera todas las condiciones, el resultado podría estar sujeto a un cálculo por anticipado. Pero hemos experimentado dos universos que poseen leyes físicas completamente distintas a las de nuestro universo natal.
- Tres, Jacob. Liliput hace el número tres.
- No te sigo, querida.
- La ley del cubo al cuadrado que pasa por toda la biología no se aplica aquí. Un cerebro humano no puede ser colocado en un espacio del tamaño de un dedal bajo nuestras leyes biofísicas. Pero estamos alejándonos de la toría que Zebbie deseaba que explicara. ¿Sigo?
- Sí -ordenó Deety-. Todo el mundo callado menos tía Hilda. Yo echo la cremallera a mis propios labios. Montañesa..., prosigue.
- De acuerdo. No es por casualidad que esos tres sean universos: Dentro-Fuera, el País de Oz, y Liliput, en... menos de veinticuatro horas, ¿no es así, Deety?
- Menos de veintiuna, tía Hilda.
- Gracias, amor. No es por casualidad que esos tres sean universos "de ficción"... Tengo que llamarlos así a flata de una palabra mejor... Y de nuevo no tengo otra palabra mejor que "casualidad"..., que nosostros cuatro seamos aficionados a las historias fantásticas. Fantasía. Cuentos de hadas. A todos nos gusta el mismo tipo de relatos. ¿A cuántos de nosotros nos gustan las historias de detectives?
- Algunas..., no todas -dijo Deety.
- Mi única lealtad se centra en Sherlock Holmes -dije yo.
- Una pérdida de tiempo -dijo Jake.
- Me gustaría intentar un experimento -prosiguió Hilda-. Poned por escrito las doce historias que más os hayan gustado. O grupos de historias relacionadas entre sí: los libros de Oz podrían contar como una, al igual que la serie de Marte de Edgar Rice Burroughs, y también los cuatro viajes de los Viajes de Gulliver. Historias que leeríais de nuevo por el simple placer de hacerlo cuando os sintierais demasiado cansados para iniciar un nuevo libro.
- "Liosa", ¿es hacer trampa preguntarte qué piensas hacer con eso?
- No, Zebbie. Si mi teoría es cierta, la próxima vez que efectuemos una rotación y nos descubramos cerca de un planeta, resultará ser el escenario de una historia o grupo de historias que aprezca en las cuatro listas. Llegaremos lo suficientemente altos como para que Jacob tenga todo el tiempo necesario par hacerse con el control y nivelarse, pero lo suficientemente cerca como para que podamos aterrizar. Pero nunca rotaremos al interior de una masa o lo bastante cerca de un peligro que no podamos dominar. Esto no es casualidad; no hemos estado enfrentándonos al azar. El País de Oz me sorprendió. Liliput no me sorprendió en absoluto; lo esperaba. O al menos esperaba un lugar que todos nosotros conocíamos ya a través de las historias.
- ¿Y qué hay de esos universos vacíos? -pregunté.
- Quizá sean lugares referidos a historias que aún deben ser escritas, o quizá historias que ya han sido contadas pero que no son favoritas de los cuatro, de modo que no emergimos cerca de sus escenarios. Pero eso son suposiciones. En lo que a mi teoría se refiere, tales universos son "nulos"..., no cuentan, ni de una forma ni de otra. Nosotros hallamos nuestros universos.
- "Liosa", acabas de inventar el solipsismo panteísta multipersonal. No creo que sea matemáticamente posible.
- Gracias, Jacob. Zebbie, "solipsismo" es una palabra evasiva. Estoy diciendo que hemos tropezado accidentalmente con "La puerta en la pared", esa puerta oculta que conduce al Pais de los Deseos del Corazón. No sé cómo, y no me siento inclinada a fantasiosas racionalizaciones. Veo el esquema, no pretendo explicarlo. Símplemente está ahí.
- ¿Cómo encaja ese mundo hueco en tu teoría?
- Bueno, Deety lo llamó Pellucidar...
- ¡Lo era!
- ... pero yo he leído docenas de historias acerca de mundos bajo tierra; apostaría a que todos nosotros las hemos leído. Julio Verne, S. Fowler Wright, H. G. Wells, C. L. Moore, Lovecraft... todos los grandes maestros de la fantasía han abordado el tema. Por favor, ¿podemos dejar de hablar? Me gustaría tener vuestras cuatro listas antes de que efectuemos la siguiente rotación.
Jake cambió la orientación, de tal modo que el planeta Liliput estaba ahora directamente frente a nosotros, y dijo a Gay que se mantuviera así. El planeta parecía muy pequeño, como si se hallara a un millón de kilómetros de distancia..., cosa muy razonable, decidí, y escribí: La serie de los Dorsai.
Finalmente, Deety anunció:
- He terminado, tía montañesa.
Poco después, su padre tendió a "Liosa" su lista.
-No cuentes eso que luego he tachado, querida... He tenido problemas en atenerme a la cifra.
- Veinte es una cantidad arbitraria, Jacob. Puedes dejar los demás.
- No, querida, los cuatro que he eliminado no importan tanto para mí como los veinte que he dejado.
Después de mordisquear un poco la punta de mi lápiz, anuncié:
- <>, me he encallado en los diecisiete. Tengo una docena más horneándose en mi mente, pero me cuesta elegir.
- Diecisiete servirán, Zebbie..., si son tus favoritas.
- Lo son.
Hilda aceptó mi lista, le echó una ojeada.
- Un psicoanalista se lo pasaría bomba con eso.
- ¡Hey, espera un poco! "Liosa", si vas a dejar que un arreglacocos vea esas listas, quiero queme devuelvas la mía.
- Zebbie querido, a tí nunca te haría eso. -Añadió-: Necesito algunos minutos para unir esto.
Miré a Liliput.
- No. He puesto un "uno" tras las relacionadas en mi lista. He comprobado la lista de Deety con la mía y señalado con un "dos" aquellas en las que hemos coincidido, y he añadido las otras a continuación de mi lista, con un voto inscrito tras cada una de ellas, las que ella ha elegido pero yo no. Ahora esoty haciendo lo mismo con la lista de Jacob, poniendo treses y doses y unos. Luego haré lo mismo con la lista de Zebbie, y como resultado tendremos una lista con cuatro votos, unanimidad, y una lista con tres, y otra con dos, y finalmente otra con uno.
<> se ajetreó durante unos minutos, luego tomó una hoja en blanco, hizo una lista, la dobló.
- Esta lista debería ser metida en un sobre, y este sobre cerrado luego para establecer mi reputación como adivina. Zebbie, aquí hay listados nuevos universos llamados de ficción. Cualquier aproximación que efectuemos por rotación debería parecerse a uno de ellos.
- ¿Incluyes Pellucidar? -pregunté.
- Pellucidar obtuvo sólo dos votos. Insisto en mi teoría de que el mundo dentro-fuera es un compuesto de fantasías subterráneas. Pero nuestro voto identificó ese tercer universo..., las luces cegadoras, el que tanto te procupó con las radiaciones.
- ¡El infierno quieres decir!
- Creo que lo era. Cuatro votos para el Anochecer del doctor Isaac Asimov. Esperaba que su serie de la Fundación se llevara la palma, pero ha obtenido tan sólo tres votos. Una lástima, porque su planeta biblioteca hubiera podido ser capaz de decirnos dónde están esas sabandijas, de dónde vienen..., y cómo golpearles.
- Es culpa mía, tía montañesa. Pa me dijo que debía leer la serie de la Fundación..., pero yo nunca lo hice.
- "Liosa" -dije-, podemos depositarte en Nueva York en cinco minutos. El buen doctor lleva años allí... Ahora escribe menos de un millón de palabras al año, pero aún le siguen gustando las chicas guapas. Debe saberlo todo acerca de la biblioteca galáctica; él la inventó. Así que telefoneémosle. Mejor aún, siéntate en sus rodillas. Llora si es necesario.
- Zebbie, si hay algún lugar que esté segura que está infestado de "tipos de negro", ¡ése es la ciudad de Nueva York! ¡Si quieres, tú siéntate en sus rodillas!
- Yo no. Si supiéramos cómo despiojar a nuestro planeta natal, buscaría la forma de difundir la noticia por todo el mundo. Pero soy el número uno en su lista de ejecuciones.
- No, Jacob es el número uno.
- No, "Liosa". Jake y Deety están muertos, tú has sido secuestrada, y yo estoy señalado como "a exterminar a la primera ocasión que se presente". Pero me arriesgaré a posarme en el río Hudson en aterrizaje vertical el tiempo suficiente para que tú visites al buen doctor. Tu esposo puede escoltarte; yo me quedaré escondido en el cuarto de baño. Imaginaré que estoy realmente en Oz y por lo tanto seguro.
- ¡Vete a poner un huevo!
- "Liosa" querida, ninguno de nosotros irá a Tierra-cero. Dale esa lista a Deety; no va a mirar. Capitana, ¿rotamos? El oficial científico me ha medio convencido de que debemos seguir adelante con eso; hagámoslo antes de que pierda mis nervios. Cuarto y último universo del segundo grupo, ¿no? -pregunté a "Liosa".
- Sí, Zebbie.
- ¡Cualquiera que sea tan gallina como yo, que lo diga! ¡Si no hay nadie que quiera salirse de esto, entonces... Ejecuta!

domingo, 20 de noviembre de 2005

Actualizando que es gerundio (III)

Bueno... por dónde empezar...
Esto empieza a parecer una telenovela barata... o como decía alguien por ahí abajo, las aventuras del Barón de Munchausen...
Enfin. ¿Qué ha sucedido en mi vida desde la última vez que actualicé el blog? Ains, por dónde empezar...

Las buenas noticias primero. Ya habrá tiempo para las malas, o las no tan buenas.

Para empezar, estoy adelgazando (de nuevo, a ver cuánto dura esta vez. Odio esto de adelgazar y engordar periódicamente los mismos 8 kg siempre...). Entre preocupaciones, que hacen que fume mas y además me quitan el hambre (aunque eso si, cuando tengo hambre como, que no me gusta pasar hambre, y me gusta comer bien, como sabéis perféctamente los que me conocéis), que apenas como pan ni dulces (aunque eso si, no me privo, si me apetecen los como, con las ganas no me quedo, eso está claro jejeje) y que descontrolo con los horarios más que yo que se qué, de momento voy adelgazando... lo dicho, ya veremos cuánto me dura y cuántas estrías me deja esta vez...
Más buenas noticias.
Finalmente hemos encontrado compañero de piso. Es un amigo de Zaragoza que también se trasladó a Madrid a vivir. No temo con el que pase ninguna de las cosas que han sucedido con otros compañeros de piso (vease problemas económicos y pufos chungos), pues le tengo por una persona cabal y legal, ya que le conozco desde hace bastante tiempo y le tengo en alta estima. Además, la dueña del piso (que quería dar su aprobación a cualquier posible compañero de piso antes de que entrara a vivir en casa) le dió su aprobación con sobresaliente.

¿Más buenas noticias?
Bueno, me he cambiado de habitación, ahora tengo la grande (y sin embargo sigue faltándome espacio XD). Como en esta no había más que el armario (uno de esos enormes, de tres cuerpos), me he comprado un mueble de estantería nuevo, para poder poner todos los libros y demás cosas que actualmente tengo desparramadas por el suelo de la habitación porque no me caben en ningún otro lado. Ahora sólo me falta terminar de ordenarlo todo. Cuando lo tenga todo ordenado, y siguiendo una especie de tradición que he observado últimamente que se está expandiendo por los blogs, subiré las fotos de mi cuarto (o parte de él, dependiendo de lo que me de vergüenza o no enseñaros) para que veais lo "potito" que me ha quedado.

Y por ahora nada más, que ya me he cansado, otro día os cuento las malas noticias y mis estreses.

Ale, besitos para todos.

domingo, 6 de noviembre de 2005

Conjuro

Cuenta una vieja leyenda de los indios Sioux, que una vez llegaron hasta la tienda del viejo brujo de la tribu, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Azul, la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu....

- Nos amamos...- empezó el joven

- Y nos vamos a casar....- dijo ella.

- Y nos queremos tanto que tenemos miedo...queremos un hechizo, un conjuro, o un talismán... algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos...que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar la muerte.

- Por favor...-repitieron – hay algo que podamos hacer?

El viejo los miró y se emocionó al verlos tan jóvenes... tan enamorados...y tan anhelantes esperando su palabra...

- Hay algo....-dijo el viejo- pero no sé...es una tarea muy difícil y sacrificada...

- Nube Azul... -dijo el brujo- ¿ves el monte al norte de nuestra aldea? Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos... deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte... si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de luna llena...¿Comprendiste?

- Y tú, Toro Bravo...-siguió el brujo- deberás escalar la montaña del trueno...cuando llegues a la cima, encontrarás la más brava de todas las águilas, y solamente con tus manos y una red, deberás atraparla sin heridas y traerla ante mí, viva...el mismo día en que vendrá Nube Azul... Salgan ahora!

Los jóvenes se abrazaron con ternura y luego partieron a cumplir la misión encomendada... ella hacia el norte y él hacia el sur...

El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con las bolsas que contenían las aves solicitadas.

El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas...eran verdaderamente hermosos ejemplares...

- Y ahora qué haremos...-preguntó el joven- ¿los mataremos y beberemos el honor de su sangre?

- No – dijo el viejo.

- Los cocinaremos y comeremos el valor en su carne?- propuso la joven.

- No - repitió el viejo.- Harán lo que les digo: tomen las aves y átenlas entre sí por las patas con esta tiras de cuero... cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres...

El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros...el águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero sólo consiguieron revolcarse por el piso. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse....

Este es el conjuro. Jamás olviden lo que han visto... son ustedes como un águila y un halcón... si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose... sino que además, tarde o temprano, empezarán a lastimarse el uno al otro...

Si quieren que el amor entre ustedes perdure...
“Vuelen juntos...pero jamás atados”.

Los Sentimientos

Cuentan que una vez se reunieron en un lugar de la tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres.

Cuando el ABURRIMIENTO ya había bostezado por tercera vez, la LOCURA, como siempre tan loca, les propuso: ¿Vamos a jugar a las escondidas?. La INTRIGA levantó la ceja intrigada y la CURIOSIDAD, sin poder contenerse preguntó: ¿A las escondidas? ¿Y eso cómo es?.

Es un juego —Explicó la LOCURA—, en que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón mientras ustedes se esconden; y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes que yo encuentre ocupará mi lugar para continuar con el juego.

El ENTUSIASMO bailó secundado por la EUFORIA, la ALEGRIA dio tantos saltos que terminó por convencer a la DUDA, e incluso a la APATIA a la que nunca le interesaba nada. Pero no todos quisieron participar. La VERDAD prefirió no esconderse... ¿para qué? Si al final siempre la encontraban. La SOBERBIA opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella) y la COBARDIA prefirió no arriesgarse...

UNO, DOS, TRES… comenzó a contar la LOCURA.

La primera en esconderse fue la PEREZA, que como siempre se dejó caer tras la primera piedra en el camino.

La FE subió al cielo y la ENVIDIA se escondió tras la sombra del TRIUNFO, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto. La GENEROSIDAD casi no alcanza a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos... ¿Un lago cristalino? (Ideal para la BELLEZA). ¿La hendija de un árbol? (Perfecto para la TIMIDEZ). ¿ El vuelo de la mariposa? (Lo mejor para la VOLUPTUOSIDAD). ¿ Una ráfaga de viento? (Magnífico para la LIBERTAD). Así terminó por ocultarse en un rayito de Sol. El EGOISMO, en cambio encontró un sitio muy bueno desde el principio, ventilado, cómodo... pero solo para él. La MENTIRA se escondió en el fondo de los océanos (mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris) y la PASION y el DESEO en el centro de los volcanes.El OLVIDO... se me olvido donde se escondió... pero eso no es lo importante. Cuando la LOCURA contaba 999.999, el AMOR aún no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado… hasta que divisó un rosal y estremecido decidió esconderse entre sus flores.

UN MILLON. Contó la LOCURA y comenzó a buscar… La primera en aparecer fue la PEREZA sólo a tres pasos detrás de una piedra. Después se escuchó a la FE discutiendo con DIOS en el cielo sobre Teología. Y la PASION y el DESEO, se sintieron en el vibrar de los volcanes. En un descuido encontró a la ENVIDIA y claro, así pudo deducir donde estaba el TRIUNFO. Al EGOISMO no tuvo ni que buscarlo. El solo salió disparado de su escondite que había resultado ser un nido de avispas. De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago descubrió a la BELLEZA, y con la DUDA resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aún de que lado esconderse. Así fue encontrando a todos, al TALENTO entre la hierba fresca; la ANGUSTIA en una oscura cueva, a la MENTIRA detrás del arco iris (mentira, si ella estaba en el fondo del océano) y hasta al
OLVIDO... que ya se le había olvidado que estaba jugando a los escondidos... Pero solo el AMOR, no aparecía por ningún sitio...

La LOCURA buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyo del planeta, en las cimas de las montañas y cuando estaba por darse por vencida divisó un rosal y las rosas... Tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas hasta que un doloroso grito se escuchó... Las espinas habían herido en los ojos al AMOR... la LOCURA no sabía que hacer para disculparse, lloró, rogó, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo...

Desde entonces... desde la primera vez que se jugó a las escondidas en la TIERRA…

EL AMOR ES CIEGO Y LA LOCURA SIEMPRE LO ACOMPAÑA.

sábado, 5 de noviembre de 2005

Herejes de Dune - Frank Herbert

Duncan miró a un rostro de mujer. Había visto un rostro como aquél antes: una simple tri tomada de una secuencia holo más larga. ¿Dónde había sido eso? ¿Dónde la había visto? Era un rostro casi ovalado, con tan sólo unas cejas un poco demasiado gruesas para alcanzar la curvilínea perfección.
La mujer habló:
- Mi nombre es Murbella. No lo recordarás, pero ahora me perteneces porque yo te marqué. Te he seleccionado.
Te recuerdo, Murbella.
Los ojos verdes bajo las arqueadas cejas daban a sus rasgos un centro de atención focal que dejaba su barbilla y su pequeña boca para un examen posterior. La boca tenía unos labios gruesos, y supo que podían enfurruñarse en respuesta.
Los ojos verdes miraron directamente a sus ojos. Qué fría, aquella mirada. Qué poder en ella.
Algo tocó su mejilla.
Abrió los ojos. ¡Aquello no era ningún recuerdo! Aquello le estaba ocurriendo realmente. ¡Le estaba ocurriendo ahora!
¡Murbella! Había estado allí y se había marchado. Ahora estaba de vuelta. Recordó haber despertado desnudo sobre una superficie blanda... un camastro. Sus manos lo reconocieron. Murbella desvestida justo encima de él, sus ojos verdes mirándole con una terrible intensidad. Lo había tocado simultáneamente en varios lugares. Un suave canturreo brotaba de entre sus labios.
Sintió la rápida erección, dolorosa en su rigidez.
No quedaba en él ningún poder de resistencia. Las manos de ella se movían por su cuerpo. Su lengua. ¡El canturreo! Su boca entrando en contacto con él por todas partes. Los pezones rozando sus mejillas, su pecho. Cuando vio sus ojos, comprendió que tras ellos había un plan consciente.
¡Murbella había vuelto, y lo estaba haciendo de nuevo!
Sobre su hombro derecho divisó una ancha ventana de plaz... y Lucilla y Burzmali detrás de aquella barrera. ¿Un sueño? Burzmali apretó sus palmas contra el plaz. Lucilla estaba de pie con los brazos cruzados, una expresión de entremezclada rabia y curiosidad en su rostro.
Murbella murmuró en su oído derecho:
- Mis manos son fuego.
Su cuerpo ocultaba los rostros detrás del plaz. Sintió el fuego allá donde ella lo tocaba.
Bruscamente, la llama envolvió su mente. Lugares ocultos dentro de él cobraron vida. Vio cápsulas rojas, como una hilera de resplandecientes salchichas, pasar por delante de sus ojos. Se sintió febril. El era una cápsula engullida, la excitación fulgurando a través de su consciencia. ¡Esas cápsulas! ¡Las conocía! Eran él mismo... eran...
Todos los Duncan Idaho, el original y la serie de gholas, fluyeron en su mente. Eran como vainas estallando, negando cualquier otra existencia excepto ellas mismas. Se vio a sí mismo aplastado bajo un enorme gusano con rostro humano.
- ¡Maldito seas, Leto!
Aplastado y aplastado y aplastado... una y otra vez.
- ¡Maldito seas! ¡Maldito seas! ¡Maldito seas!...
Murió bajo una espada Sardaukar. El dolor estalló en un brillante resplandor tragado por la oscuridad.
Murió en un accidente de tóptero. Murió bajo el cuchillo de una Habladorea Pez asesina. Murió y murió y murió.
Y vivía.
Las memorias fluían en él, hasta que se preguntó cómo podía albergarlas a todas. La dulzura de una hija recién nacida sostenida entre sus brazos. Los almizcleños olores de una compañera apasionada. La cascada de aromas del exquisito vino daniano. El jadeante agotamiento de la sala de prácticas.
¡Los tanques axlotl!
Recordó emerger una y otra vez: brillantes luces y blandas manos mecánicas. Las manos le daban la vuelta y, con los desenfocados ojos de un recién nacido, vio un gran montón de carne femenina... monstruosa en su casi inmóvil gordura... un laberinto de oscuros tubos uniendo su cuerpo a unos gigantescos contendores metálicos.
¿Un tanque axlotl?
Jadeó ante la sucesión de todas aquellas memorias seriadas que penetraban en cascada en él. ¡Todas aquellas vidas! ¡Todas aquellas vidas!
Ahora rercordó lo que los tleilaxu habían plantado en él, la sumergida consciencia que aguardaba tan sólo el momento de seducción a manos de una Imprimadora Bene Gesserit.
Estaba allí, sin embargo, preparada y a mano, y el esquema tleilaxu se hacía cargo de sus reacciones.
Duncan canturreó suavemente y la tocó, moviéndose con una agilidad que impresionó a Murbella. ¡No debería ser tan responsivo! ¡No de esta forma! La mano derecha de Duncan aleteó hacia los labios de su vagina mientras su mano izquierda acariciaba la base de su espina dorsal. Al mismo tiempo, su boca se movió suavemente sobre su nariz, descendió a sus labios, siguió bajando hacia el hueco de su sobaco izquierdo.
Y durante todo el tiempo canturreó suavemente, con un ritmo que pulsaba a través del cuerpo de ella, arrullándola... debilitándola...
Murbella intentó apartarse cuando él incrementó el ritmo de las respuestas de ella.
¿Cómo supo que debía tocarme precisamente en este instante? ¡Y aquí! ¡Y aquí! Oh, Sagrada Roca de Dur, ¿Cómo lo supo?
Duncan marcó la turgencia de sus pechos y captó la congestión en su nariz. Vio la forma en que sus pezones se ponían rígidos, su aureola oscureciéndose a su alrededor. Ella gimió y abrió mucho las piernas.
¡La Gran Matre me ayude!
Pero la única Gran Matre en la que podía pensar estaba segura más allá de aquella habitación, retenida por una puerta cerrada y una barrera de plaz.
Una energia desesperada fluyó en Murbella. Respondió de la única forma que conocía: tocando, acariciando... utilizando todas las técnicas que tan cuidadosamente había aprendido en los largos años de su aprendizaje.
A cada cosa que hacía, Duncan respondía con un contramovimiento locamente estimulante.
Murbella se dio cuenta de que ya no podía seguir controlando sus propias respuestas. Estaba reaccionando automáticamente desde algún pozo de conocimiento más profundo que su adiestramiento. Sentía sus músculos vaginales tensarse. Sentía el rápido fluir del líquido lubrificante. cuando Duncan la penetró, se oyó a si misma gemir. Sus brazos, sus manos, sus piernas, todo su cuerpo se movía con ambos sistemas de respuesta... los bien adiestrados automatismos y la profunda, muy profunda consciencia de otras demandas.
¿Cómo ha conseguido hacerme ésto?
Olas de extáticas contracciones se iniciaron en los suaves músculos de su pelvis. Sintió la automática respuesta del hombre, y notó el seco golpe de su eyaculación. Aquello aumentó aún más su respuesta. Extáticas pulsaciones brotando hacia afuera a partir de las contracciones de su vagina... hacia afuera... hacia afuera. El éxtasis sumergió todos sus sentidos. Cada uno de sus músculos se estremeció con un éxtasis que no había imaginado pudiera existir.
De nuevo, las olas brotaron hacia afuera.
Una y otra vez...
Perdió la cuena de las repeticiones.
Cuando Duncan gimió, ella gimió también y las olas brotaron de nuevo hacia afuera.
Y otra vez...
No había sensación de tiempo ni de entorno, solamente aquella inmersión en un constante éxtasis.
Deseaba que continuara siempre, y deseaba que se detuviera. ¡Aquello no podía estarle ocurriendo a una mujer! Una Honorada Matre no podía experimentarlo. Aquellas eran las sensaciones por las cuales eran gobernados los hombres.
Duncan emergió del esquema de respuestas que había sido implantado en él. Había algo más que se suponía que debía hacer. No podía recordar lo que era.
¿Lucilla?
La imaginó muerta frente a él. Pero aquella mujer no era Lucilla; era... era Murbella.
Había muy poca fuerza en él. Se alzó, apartándose de Murbella, y consiguió ponerse de rodillas sobre el camastro. Sus manos temblaban con una agitación que no podía comprender. Murbella intentó apartar a Duncan lejos de ella, pero ya no estaba allí. Abrió bruscamente los ojos.
Duncan estaba arrodillado sobre ella. No tenía la menor idea de cuánto tiempo había transcurrido. Intentó hallar la energía necesaria para sentarse, y fracasó. Lentamente, la razón fue regresando a su mente.
Miró a los ojos de Duncan, sabiendo ahora quién debía ser aquel hombre. ¿Hombre? Era solamente un muchacho. Pero había hecho cosas... cosas... Todas las Honoradas Matres habían sido advertidas. Había un ghola armado por los tleilaxu con conocimientos prohibidos. ¡Ese ghola debía ser muerto!
Un pequeño estallido de energía brotó en sus músculos. Se alzó sobre sus codos. Jadeando en busca de aire, intentó rodar apartándose de él, y cayó de espaldas sobre la blanda superficie.
¡Por la Roca Sagrada de Dur! ¡No podía permitirse que aquel macho viviera! Era un ghola, y podía hacer cosas únicamente permitidas a las Honoradas Matres. Deseaba golpearle y, al mismo tiempo, deseaba volver a atraerlo contra su cuerpo. ¡El éxtasis! Sabía que en aquel momento haría cualquier cosa que él le pidiera. Lo haría por él.
¡No! ¡Debo matarlo!
Una vez más, se alzó sobre sus codos y, partiendo de aquella posición, consiguió sentarse. Su débil mirada cruzó la ventana tras la que había confinado a la Gran Honorada Matre y su guía. Seguían allí de pie, mirándola. El rostro del hombre estaba enrojecido. El rostro de la Gran Honorada Matre era tan inamovible como la propia Roca de Dur.
¿Cómo puede quedarse símplemente ahí después de lo que ha visto? ¡La Gran Honorada Matre debe matar a este ghola!
Murbella hizo señas a la mujer detrás del plaz, y se giró hacia la cerrada puerta junto al camastro. A duras penas, consiguió correr el cierre y abrir la puerta antes de derrumbarse de nuevo de espaldas. Sus ojos se alzaron hacia el arrodillado muchacho. El sudor empapaba aquel joven cuerpo. Aquel atractivo cuerpo...
¡No!
La desesperación la impulsó a intentar ponerse en pie. Consiguió bajar del camastro y quedar de rodillas en el suelo, luego, en un desesperado impulso de su voluntad, se alzó. Las energías estaban volviendo a ella, pero sus piernas temblaban cuando rodeó los pies del camastro.
Debo hacerlo por mí misma, sin pensar. Debo hacerlo.
Su cuerpo se tambaleaba de uno a otro lado. Intento afirmarse sobre sus pies, y lanzó un golpe contra el cuello del muchacho. Conocía aquel golpe gracias a las largas horas de práctica. Destrozaría su laringe. La víctima moriría asfixiada.
Duncan bloqueó fácilmente el golpe, pero era lento... lento.
Murbella casi cayó a su lado, pero las manos de la Gran Honorada Matre la sostuvieron.
- Matadlo -jadeó Murbella-. Es aquél contra quien nos advirtieron. ¡Es él!
Murbella sintió las manos sobre su cuello, los dedos apretando salvajemente en los nervios debajo de sus oídos.
Lo último que oyó Murbella antes de que la inconsciencia se apoderara de su mente y cuerpo fue a la Gran Honorada Matre diciendo:
- No vamos a matar a nadie. Este ghola va a ir a Rakis.

viernes, 4 de noviembre de 2005

Hijos de dune - Frank Herbert

Leto estaba sentado en el Trono del León para aceptar el homenaje de las tribus. Ghanima permanecía de pie junta a él, un peldaño más abajo. La ceremonia en la Gran Sala duró horas. Tribu tras tribu Fremen pasaron ante él representadas por sus delegados y sus Naibs. Cada grupo llevaba regalos adecuados para un dios de terribles poderes, un dios de venganza que les había prometido la paz.
Las había intimidado a someterse la semana anterior, exhibiendo sus poderes ante la asamblea de arifas de todas las tribus. Los Jueces lo habían visto pasar a través de un pozo de fuego, emerger indemne, y dejar que lo examinaran de cerca para demostrar que su piel no había sufrido el menor daño. Había ordenado que intentaran atravesar su cuerpo con cuchillos, y la impenetrable piel había sellado su rostro mientras intentaban herirlo en vano. Habían arrojado sobre él ácidos, que tan sólo habían conseguido levantar pequeñas nubecillas de vapor. Había engullido sus venenos, y se había reído de ellos.
Al final había llamado a un gusano y se había inmovilizado haciendo frente a su terrible boca. Luego se había dirigido al campo de aterrizaje de Arrakeen, donde había volcado fácilmente una fragata de la Cofradía simplemente tirando de un lado de su tren de aterrizaje.
Los arifa habían informado de todo aquello con un temor reverencial, y ahora los delegados de las tribus habían acudido a sellar su sumisión.
El abovedado techo de la Gran Sala, con sus sistemas de absorción acústica, tendían a eliminar los ruidos demasiado intensos, pero el constante roce de pies moviéndose se insinuaba en todos los sentidos, mezclándose con el polvo y el olor a roca que entraba del exterior.
Jessica, que se había negado a participar en la ceremonia, observaba desde una alta ventana espía tras el trono. Su atención estaba centrada en Farad'n, y en su convición de que tanto ella como Farad'n habían sido manipulados. ¡Por supuesto que Leto y Ghanima se habían anticipado a la Hermandad! Los gemelos podían consultar dentro de sí mismos a una legión de Bene Gesserit mayor que todas las Reverendas Madres que vivían en el Imperio.
Sentía particularmente la amargura de la forma en que la mitología de la Hermandad había atrapado a Alia ¡Miedo edificado en el miedo! Los hábitos de generaciones habían impreso el destino de la Abominación en ella. Alia no había conocido la esperanza. Por supuesto que había sucumbido. Su destino hacía que el éxito de Leto y Ghanima fuera aún más difícil de soportar. No había un sólo camino para salir de la trampa, sino dos. La victoria de Ghanima sobre sus vidas interiores y su insistencia en que Alia merecía tan sólo piedad eran lo más amargo de todo. La supresión hipnótica bajo stress ligada con el apoyo de un antepasado benigno habían salvado a Ghanima. Hubieran podido salvar a Alia. Pero sin esperanzas, no había sido intentado nada hasta que ya era demasiado tarde. El agua de Alia había sido esparcida por la arena.
Jessica suspiró, fijando su atención en Leto sentado en el trono. Un gran canope conteniendo el agua de Muad'Dib ocupaba un lugar de honor a su derecha. Leto se había jactado a Jessica de que su padre dentro de él se había reído de su gesto, pese a admirarlo.
Aquel canope y aquella jactancia habían motivado el que resolviera no participar en aquel ritual. Por mucho tiempo que viviera, sabía que nunca aceptaría a Paul hablando por boca de Leto. Se alegraba de que la Casa de los Atreides hubiera sobrevivido, pero el precio que había habido que pagar por ello estaba más allá de su fortaleza.
Farad'n se sentaba, con las piernas cruzadas, junto al canope con el agua de Muad'Dib. Era la posición del Escriba Real, un honor recientemente conferido y recientemente aceptado.
Farad'n sentía que se estaba adaptando muy bien a aquellas nuevas realidades, pese a que Tyekanik seguía irritándose y prometiendo terribles consecuencias. Tyekanik y Stilgar habían formado un duo agorero que parecía divertir a Leto.
Durante las horas que duró la ceremonia de homenaje, Farad'n había pasado de la admiración al aburrimiento y de nuevo a la admiración. Aquel era un fluir incesante de humanidad, formado por incomparables guerreros. Su renovada lealtad al Atreides sentado en el trono no podía ser discutida. Permanecían en sometido terror ante él, completamente alucinados por lo que el arifa les había informado.
Finalmente, la ceremonia llegó a su conclusión. El último Naib se detuvo frente a Leto: Stilgar, en la "posición de honor en la retaguardia". En lugar de cestos repletos de especia, joyas ígneas o cualquier otro de los costosos regalos que se amontonaban en torno al trono, Stilgar llevaba una banda en la frente hecha de fibra de especia trenzada. El Halcón de los Atreides había sido recamado en oro y verde en la banda.
Ghanima la reconoció y lanzó una mirada a Leto con el rabillo del ojo.
Stilgar depositó la banda en el segundo peldaño bajo el trono y se inclinó profundamente.
- Os entrego la banda que llevaba vuestra hermana cuando me fue traída al desierto para que la protegiera -dijo.
Leto contuvo una sonrisa.
- Sé que has tenido momento difíciles, Stilgar -dijo Leto-. ¿Hay algo que yo pueda darte como compensación?
Hizo un gesto hacia los montones de costosos regalos.
- No, mi señor.
- Entonces acepto tu regalo -dijo Leto. Se inclinó hacia adelante, tomó un extremo de la ropa de Ghanima y rasgó una delgada tira-. A cambio, yo te entrego este pedazo de la ropa de Ghanima, la misma ropa que llevaba cuando fue raptada de tu campamento en el desierto obligándome a acudir a salvarla.
Stilgar aceptó el trozo de tela con mano tembloroa.
-¿No os estáis burlando de mí, mi Señor?
-¿Burarme de tí? Por mi nombre, Stilgar, nunca podré burlarme de tí. Te he hecho un regalo que no tiene precio. Te ordeno que lo lleves siempre cerca de tu corazón, para que te recuerde que todos los seres humanos son propensos al error, y que todos los líderes son seres humanos.
Una débil sonrisa escapó de los labios de Stilgar.
-¡Qué Naib hubiérais sido!
-¡Qué Naib soy! Naib de Naibs. ¡Nunca lo olvides!
- Como digáis, mi Señor -Stilgar tragó saliva, recordándo el informe de su arifa. Y pensó: En una ocasión pensé en matarlo. Ahora ya es demasiado tarde. Su mirada se detuvo en el canope, de un elegante color dorado verdoso.
- Esa es agua de mi Tribu.
- Y mía -dijo Leto-. Te ordeno que leas la inscripción que hay a este lado. Léela en voz alta para que todos podamos oírla.
Stilgar dirigió una interrogativa mirada a Ghanima, pero ella le devolvió un ligero alzamiento de su barbilla, una fría respuesta que puso un estremecimiento en todo su cuerpo. ¿Acaso aquellos dos diablillos Atreides habían decidido hacerle pagar su impetuosidad y sus errores?
- Léela -dijo Leto, señalando.
Lentamente, Stilgar ascendió los peldaños, se inclinó sobre el canope. Leyó en voz alta:
- "Esta agua es la esencia suprema, una fuente de creatividad proyectada al exterior. Aunque parezca inmóvil, esta agua es la esencia de todo movimiento."
- ¿Qué significa, mi Señor? -susurró Stilgar. Aquellas palabras lo habían emocionado, tocando algo en su inerior que no podía comprender.
- El cuerpo de Muad'Dib es un caparazón seco como el abandonado por un insecto -dijo Leto-. El dominó el mundo inerior mientras despreciaba el exterior, y aquello condujo a la catástrofe. El dominó el mundo exterior excluyendo al mismo tiempo el interior, y aquello entregó a sus decendientes a los demonios. El Elixir Dorado desaparecerá de Dune, pero la semilla de Muad'Dib pervivirá, y su agua moverá nuestro universo.
Stilgar inclinó la cabeza. Todo lo místico creaba un torbellino en su interior.
- El principio y el fin son una sola cosa -dijo Leto-. Tú vives en el aire pero no lo ves. Se ha cerrado una fase. Ahora viene el inicio de su opuesto. Así tendremos el Kralizec. Todo regresa en una forma cambiada. Tú has sentido los pensamientos en tu cabeza; tus descendientes los sentirán en su vientre. Vuelve al Sietch Tabr, Stilgar. Gurney Haleck se te unirá como mi consultor en tu Consejo.
- ¿No confías en mí, mi Señor? -La voz de Stilgar era muy baja.
- Completamente, o de otro modo no te enviaría a Gurney. El empezará a reclutar la nueva fuerza que muy pronto necesitaremos. Acepto tu voto de fidelidad, Stilgar. Puedes retiarte.
Stilgar se inclinó profundamente, descendió de espaldas los peldaños, se volvió y salió de la sala. Los otros Naibs le siguieron, de acuerdo con el principio Fremen de que "el último será siempre el primero". Pero algunas de sus preguntas siguieron oyéndose desde el trono una vez hubieron partido.
- ¿Qué habéis estado hablando ahí, Stilgar? ¿Qué significan esas palabras en el agua de Muad'Dib?
Leto se dirigió a Farad'n
- ¿Has registrado todo, Escriba?
- Sí, mi Señor.
- Mi abuela dice que te ha entrenado bien en el proceso mnemónico de la Bene Gesserit. Eso es bueno. No quiero verte garabateando junto a mí.
- Como ordenes, mi Señor.
- Ven y quédate de pié junto a mí -dijo Leto.
Farad'n obedeció, agradecido más que nunca del adiestramiento de Jessica. Cuando uno aceptaba el hecho de que Leto ya no era humano, de que ya no podía pensar como pensaba un ser humano, el discurrir de su Senda de Oro se hacía más estremecedor todavía.
Leto alzó la vista hacia Farad'n. Los guardias permanecían inmóviles al fondo, fuera del alcance de sus voces. Sólo los consejeros de la Presencia Interior permanecían en el recinto de la Gran Sala, formando reverentes grupos más allá del primer peldaño. Ghanima se había acercado también, apoyando un brazo en el respaldo del trono.
-No has aceptado cederme tus Sardaukar -dijo Leto-. Pero lo harás.
- Te debo mucho, pero no esto -dijo Farad'n.
- ¿Crees que les será difícil hacer amistad con mis Fremen?
- Tan difícil como les ha sido hacerse amigos a Stilgar y Tyekanik.
- ¿Entonces rehúsas?
- Espero tu oferta.
- Así que debo hacerte una oferta, sabiendo que no habrá una segunda vez. Ruego por que mi abuela haya hecho bien su parte, que estés preparado para comprender.
- ¿Qué debo comprender?
- Siempre hay una mística que prevalece en toda civilización -dijo Leto-. Se edifica a sí misma como una barrera contra el cambio, y esto contribuye indefectiblemente a dejar a las futuras generaciones impreparadas para afrontar los peligros del universo. Todas las místicas son iguales en edificar estas barreras... la mística religiosa, la mística del héroe-lider, la mística del mesías, la mística de la ciencia/tecnología, la mística de la propia naturaleza. Vivimos en un Imperio que ha sido configurado por una tal mística, y ahora este Imperio se está derrumbando porque la mayor parte de la gente no distingue entre la mística y su universo. ¿Ves?, la mística es como una posesión demoníaca; tiende a asumir la consciencia, convirtiéndose en todas las cosas para el observador.
- Reconozco la sabiduría de tu abuela en esas palabras -dijo Farad'n.
- Muy bien, muy bien, primo. ella me preguntó si yo era una Abominación. Le respondí negativamente. Esa fue mi primera falsedad. ¿Sabes? Ghanima escapó a ello, pero yo no. Yo me vi forzado a un equilibrio con mis vidas interiores bajo la presión de una excesiva cantidad de melange. Tuve que buscar la activa cooperación de esas vidas despertadas dentro de mí. Al hacer esto, rechacé a las más malignas, y elegí a un protector dominante para que formara un nexo entre yo, mi consciencia interior y mi padre. En realidad, no soy ni mi padre ni ese protector. Y tampoco soy el Segundo Leto.
- Explícate.
- Tienes una admirable sinceridad -dijo Leto-. Soy una comunidad dominada por un ser increíblemente antiguo y poderoso. Dio origen a una dinastía que prevaleció durante tres mil de nuestros años. Su nombre era Harum y, hasta que su ertirpe degeneró en una acumulación de debilidades congénitas y supersticiones de su descendencia, sus súbditos vivieron en una armonía sublime. Se movían inconscientemente con los cambios de las estaciones. Generaban individuos que tendían a tener vidas breves, eran supersticiosos, y fácilmente dominables por un dios-rey. Pero tomados como un conjunto, eran un pueblo poderoso. Su supervivencia como especie se convierte en una costumbre.
- No me gusta como suena esto -dijo Farad'n.
- Ni a mí tampoco, en realidad -dijo Leto-. Pero este es el universo que he creado.
- ¿Por qué?
- Es una lección que he aprendido en Dune. Hemos mantenido la presencia de la muerte como un espectro dominante entre los seres que viven aquí. Debido a esa presencia, los muertos han cambiado a los vivos. La gente de una tal sociedad se sumerge en sus propias vísceras. Pero cuando llega el momento de invertir el proceso, cuando vuelven a emerger, entonces son grandes y hermosos.
- Eso no responde a mi pregunta -protestó Farad'n.
- No confías en mí, primo.
- Ni tampoco en tu abuela.
- Y con buenas razones -dijo Leto-. Pero la aceptas porque debes hacerlo. Las Bene Gesserit son pragmáticas hasta el fin. Yo comparto su punto de vista sobre nuestro universo, ¿Sabes? Tú llevas las marcas de este universo. Tienes los hábitos del gobernante, catalogando a tu alrededor en términos de posible amenaza o valor.
- He aceptado ser tu escriba.
- Porque te divertía y porque halagaba a tu auténtico talento, que es el de historiador. Posees un genio definitivo en interpretar el presente en términos del pasado. Te me has anticipado en varias ocasiones.
- No me gustan tus veladas insinuaciones -dijo Farad'n.
- Muy bien. Tú vienes desde una infinita ambición hasta tu presente estado, algo más degradado. ¿No te puso en guardia mi abuela contra lo infinito? Es algo que atrae como un proyector en la noche, cegándolo a uno con el exceso que puede infligir a lo finito.
- ¡Aforismos Bene Gesserit! -protestó Farad'n.
- Pero mucho más precisos -dijo Leto-. Las Bene Gesserit creían que podían predecir el curso de la evolución. Pero no tuvieron en cuenta sus propios cambios en el transcurso de esa misma evolución. Asumieron que ellas seguirían siendo siempre iguales a sí mismas, mientras su plan genético evolucionaba. Yo no tengo ese tipo de ceguera reflexiva. Mírame atentamente, Farad'n. Ya no soy humano.
- Eso es lo que me dice tu hermana. -Farad'n vaciló; luego-: ¿Abominación?
- Según la definición de la Hermandad, quizá. Harum es cruel y autocrático. Yo comparto su crueldad. Entiéndeme bien: Yo poseo la crueldad del granjero, y este universo humano es mi granja. Hubo un tiempo en que los Fremen poseían águilas como animales domésticos; yo tendré a un Farad'n domesticado.
El rostro de Farad'n se oscureció.
- Vigila mis garras, primo. Sé muy bien que mis Sardaukar terminarían aplastados tras un tiempo por tus Fremen. Pero también te heriríamos seriamente, y hay chacales que están esperando para abatirse sobre el débil.
- Te usaré del mejor modo posible, eso te lo prometo -dijo Leto. Se inclinó hacia adelante-. ¿Acaso no te he dicho que ya no soy humano? Créeme, primo, ya no nacerán niños de mi bajo vientre, porque ya no tengo bajo vientre. Y esto me fuerza a mi segunda falsedad.
Farad'n aguardó en silencio, sabiendo finalmente en qué dirección iba la argumentación de Leto.
- Iré contra todos los preceptos Fremen -dijo Leto-. Ellos aceptarán porque no pueden hacer otra cosa. Te he traído aquí bajo la promesa de un compromiso, pero no habrá ningún compromiso entre tú y Ghanima. ¡Mi hermana se casará comigo!
- Pero tú...
- He dicho casarse. Ghanima debe continuar la estirpe de los Atreides. Este es el objetivo del programa genético Bene Geserit, que es también ahora mi propio programa.
- Me niego -dijo Farad'n.
- ¿Te niegas a ser el padre de una dinastía Atreides?
- ¿Qué dinastía? Tú ocuparas el trono por miles de años.
- Y moldearé a tus descendientes según mi imagen. Será el más intensivo, el más inclusivo programa de adiestramiento de toda la historia. Seremos un ecosistema en miniatura. ¿Entiendes?, cualquier sistema animal elige sobrevivir a través de un esquema basado en comunidades entrelazadas, interdependientes, trabajando conjuntamente con una finalidad común que es el propio sitema, Y este sistema producirá los más expertos soberanos jamás vistos.
- Pones palabras escogidas para describir el más repugnante...
- ¿Quién sobrevivirá al Kralizec? -preguntó Leto-. Porque, te lo prometo, el Kralizec vendrá.
- ¡Estás loco! Vas a despedazar el Imperio.
- Por supuesto que lo haré... y no puedo enloquecer porque ya no soy humano. Pero crearé una nueva consciencia en todos los hombres. Te digo que bajo el desierto de Dune hay un lugar secreto con el mayor tesoro de todos los tiempos. No te miento. Cuando el último gusano muera y la última melange sea recolectada sobre nuestra arena, esos profundos tesoros surgirán y se esparcirán por todo el universo. A medida que el poder del monopolio de la especia se extinga y las reservas ocultas se agoten, nuevos poderes aparecerán por todas partes en nuestro reino. Ya es tiempo de que los seres humanos aprendan de nuevo a vivir según sus instintos.
Ghanima apartó el brazo del despaldo del trono, se dirigió al lugar donde estaba Farad'n y tomó su mano.
- Al igual que mi madre no era esposa, tú tampoco serás esposo -dijo Leto-. Pero quizás haya amor, y esto será suficiente.
- Cada día, cada momento es cambio -dijo Ghanima-. Uno aprende a reconocer esos momentos.
Farad'n sintió el calor de la pequeña mano de Ghanima como una insistente presencia. Reconoció la persuasiva penetración de los argumentos de Leto, pero la Voz no había sido usada ni una sola vez. Era una llamada a sus vísceras, no a su mente.
- ¿Es esto lo que me ofreces por mis Sardaukar? -preguntó.
- Mucho, mucho más, primo. Ofrezco el Imperio a tus descendientes. Te ofrezco a tí la paz.
- ¿Y cuál será el resultado de tu paz?
- Su opuesto -dijo Leto, con vez calmosamente burlona. Farad'n agitó la cabeza.
- Considero muy alto el precio por mis Sardaukar. ¿Deberé seguir siendo Escriba, el padre secreto de tu estirpe real?
- Deberás.
- ¿Intentarás forzarme a aceptar tu visión personal de la paz?
- Lo haré.
- Me resistiré durante todos los días de mi vida.
- Pero esta es la función que espero de tí, primo. Es por eso por lo que te he elegido. Y la convertiré en oficial. Te daré un nuevo nombre. Desde este momento serás llamado el Perturbador del Hábito, lo cual en nuestra lengua equivale a Harq al-Ada. Vamos, primo, no seas obtuso. Mi abuela te adiestró bien. Entrégame tus Sardaukar.
- Entrégaselos -hizo eco Ghanima-. Los tendrá de una u otra forma.
Farad'n captó temor por él en la voz de Ghanima. ¿Amor, acaso? Leto no pedía razonamiento, sino un salto intuitivo.
- Tómalos -dijo Farad'n.
- De acuerdo -dijo Leto. Se levantó del trono, un movimiento curiosamente fluido, como si mantuviera sus terribles poderes bajo el más delicado control. Leto descendió hasta situarse al nivel de Ghanima, la hizo girar suavemente hasta que le dio la espalda, y entonces se giró él mismo para colocarse contra ella, espalda contra espalda.
- Observa esto, primo Harq al-Ada. Esa es la forma en que estaremos siempre. Esa será nuestra posición cuando estemos casados. Espalda contra espalda, cada uno de nosotros mirando más allá del otro para proteger la identidad que siempre hemos sido. -Se giró, miró burlonamente a Farad'n, bajó la voz-: Recuerda esto, primo, cuando estés frente a frente con mi Ghanima. Recuérdalo cuando le susurres amor y cosas dulces, cuando te sientas más tentado por la costumbre de mi paz y de mi satisfacción. Tu espalda estará al descubierto.
Apartándose de ellos, bajó los últimos peldaños y se dirigió hacia los cortesanos que aguardaban, los arracimó a su alrededor como satélites, y salió de la sala.
Ghanima tomó de nuevo la mano de Farad'n, pero su mirada seguía fija en el extremo más alejado de la sala, por donde Leto había desaparecido.
-Uno de nosotros dos debía aceptar la larga agonía -dijo-, y él siempre ha sido el más fuerte.