Cúpulas de Fuego - David Eddings - El Tamuli I
Atravesó la depresión de la cima, hasta donde Bevier se hallaba dirigiendo las actividades de sus caballeros.
- Hora de irse a la cama -dijo a su hija mientras la cogía en brazos.
Ella hizo algún puchero, pero no puso ninguna otra objeción. Cuando Sparhawk estaba a medio camino de la tienda de su esposa, aminoró el paso.
- ¿Cuán rigorista eres respecto a la formalidad, Afrael? -le preguntó.
- Unas cuantas genuflexiones son agradables, padre -replicó la niña-, pero puedo pasarme sin ellas... en caso de emergencia.
- Me alegro. Si el ataque se produce esta noche, voy a necesitar un poco de luz para verlos.
- ¿Cuánta luz?
- Algo así como luz de mediodía sería perfecto.
- No puedo hacer eso, Sparhawk. ¿Tienes idea de la cantidad de líos en los que me metería si hiciera que saliera el sol cuando no debe?
- Yo no estaba sugiriendo realmente eso. Sólo quiero luz suficiente como para que el enemigo no pueda escabullirse hasta nosotros a cobijo de las sombras. El hechizo es bastante largo, requiere muchas formalidades y una tremenda cantidad de cuestiones específicas. Puede que me vea un poco abrumado por la falta de tiempo, así que ¿te ofendería demasiado si sencillamente te pidiera luz y dejara los detalles en tus manos?
- Eso es terriblemente irregular, Sparhawk -reprobó ella con tono remilgado.
- Ya lo sé, pero ¿sólo por esta vez?
- Oh, bueno, creo que por esta vez puede pasar, pero no lo convirtamos en un hábito. Después de todo, piensa que tengo una reputación que mantener.
- Te quiero -dijo él entre carcajadas.
- Oh, si ese es el caso, entonces está todo en orden. Podemos torcer toda clase de reglas por la gente que nos quiere de verdad. Sólo tendrás que pedir la luz, Sparhawk. Yo me encargaré de que tengas montones y montones de luz.