La hechicera de Darshiva - David Eddings
Beldin se sentó en el suelo, junto al camino, y comenzó a roer un trozo de pollo asado.
- Lo has quemado, Pol -acusó.
- No lo cociné yo, tío -respondió ella con sencillez.
- ¿Porqué no? ¿Has olvidado cómo hacerlo?
- Tengo una receta estupenda para hacer cocido de enano -respondió ella-. Estoy segura de que más de uno estará encantado de comerlo.
- Estás perdiendo el ingenio, Pol -dijo él mientras se limpiaba los dedos grasientos en su harapienta túnica-. Tus sesos se están reblandeciendo tanto como tu trasero.
La cara de Zakath cobró una súbita expresión de furia, pero Garión lo tranquilizó con un gesto.
- Es un asunto personal -le advirtió-. Yo en tu lugar no me metería. Hace miles de años que se insultan. Creo que es una forma extraña de amor.
- ¿Amor?
- Escúchalos -le aconsejó Garion-. Podrías aprender algo nuevo. Los alorns no somos como los angaraks. No hacemos demasiadas reverencias y a veces escondemos nuestros sentimientos detrás de las bromas.
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