lunes, 5 de noviembre de 2007

Anatomía del Miedo. Un tratado sobre la valentia - José Antonio Marina

Introducción

A estas alturas de mi vida, he llegado a ser un experto en miedos. Los he vivido, los he estudiado, y he soñado con la valentía como otros sueñan con el poder, la riqueza o la salud. De todas las emociones que amargan el corazón humano -y son muchas-, la gran familia de la angustia, la timidez, la inquietud, el terror, la vulnerabilidad es la que más me ha preocupado, y la experiencia me dice que no es una rareza mía. El perspicaz Hobbes escribió una frase terrible, que podríamos repetir todos: "El día que yo nací, mi madre parió dos gemelos: yo y mi miedo". Otro experto en el análisis de sí mismo, Michel de Montaigne, dijo algo parecido: "La timidité a été le fléau de ma vie". Y para Kierkegaard se trataba de la "enfermedad mortal". Su poder no sólo afecta a los individuos, sino a las sociedades. Uno de los hilos que trenzan la historia de la humanidad es el continuo afán por librarse del miedo, una permanente búsqueda de la seguridad y, recíprocamente, el impuro deseo de imponerse a los demás aterrorizándolos. Hobbes descubrió en el miedo el origen del Estado. Maquiavelo enseñó al príncipe que tenía que utilizar el temor para gobernar, le proporcionó un manual de instrucciones. La terribilitá como herramienta. Ambos coincidían en una cosa, a saber, que el miedo es la emoción política más potente y necesaria, la gran educadora de una humanidad indómita y poco de fiar. "Es terrible que el pueblo pierda el miedo", advertía Spinoza, un cauteloso.
El miedo es también una emoción religiosa. Está en el origen de las religiones, que protegen contra él, a la vez que lo utilizan sin tregua y sin decoro. Conscientes de su poder y para tener ocasión de aplacarlos, los griegos divinizaron al iedo por duplicado: Deimos y Phobos. Y los romanos también: Pallor y Pavor. Y en la Arcadia feliz, tal vez no tan feliz como dicen, habitaba el dios Pan, que dio origen a la palabra pánico, el terror provocado por la presencia de la divinidad.
La ansiedad, la angustia, el temor revelan nuestra vulnerabilidad. Hemos tenido que aprender a soportarlos y a convivir con ellos. Pero la rebelde naturaleza humana rechaza esa táctica apaciguadora. No le ha bastado al hombre con protegerse, con resignarse al miedo o con ejecutar, como los animales, las respuestas al temor prefijadas por la naturaleza: la huida, el ataque, la inmovilidad, la sumisión. Ha querido también sobreponerse al temor. Actuar como si no lo tuviera. Todo el mundo conoce la anécdota del mariscal de Turenne, conocido por su valor. Antes de entrar en combate, sintiendo que temblaba de miedo, se dijo: "¿Tiemblas , cuerpo mío? Pues más temblarías si supieras dónde te voy a meter". Valiente no es el que no siente miedo -ése es el impávido, el insensible-, sino el que no le hace caso, el que es capaz de cabalgar sobre el tigre. "Courage is grace under prsesure", dijo Hemingway. Valor es mantener la gracia, la soltura, la ligereza, estando bajo presión. Pero esta llama ascendente puede tal vez hundirnos más en la negrura, porque ¿cómo se puede esperar de mí que sea valiente si mi corazón está roído, debilitado, vampirizado por el miedo?
¿Quién no desearía ser valiente? Todos experimentamos una nostalgia de la intrepidez. ¡Nos sentiríamos tan libres si no estuviéramos tan asustados! Entre Juana la Lista, que veía peligros por todas partes, y Juan sin Miedo, que los desdeñaba, la elección no es difícil. El valor es el valor supremo. ¿Qué es ser bueno?, se preguntaba el conmovedor Nietzsche, tan frágil, tan acosado, y respondía: ser valiente es bueno. Aunque nacemos todos miedosos, las culturas han elogiado siempre el coraje, y esta insistencia me hace sospechar que estamos avizorando algún elemento esencial de la naturaleza humana.
Sueño con una historia de la humanidad que cuente el empeño de la inteligencia para aceptar y manejar las emociones. Retornaría así a la senda abierta por Tácito, quien pensaba que por debajo de todos los acontecimientos históricos latía una pasión humana, o por Heródoto, que escribió: "La historia es una sucesión de venganzas".

1 comentario:

syl dijo...

Estoy leyendo este libro y es totalmente recomendable!