jueves, 11 de agosto de 2005
Aquí es a donde fueron a parar los dragones.
Aquí yacen...
No están muertos, no están dormidos. No aguardan, porque el hecho de aguardar implica una cierta expectación. Posiblemente la palabra más adecuada sea...
... latentes.
Y aunque el espacio que ocupan no es como el espacio normal, están muy apretados. No hay ni un centímetro cúbico que no esté ocupado por una garra, una zarpa, una escama o la punta de una cola, de manera que la sensación que da es como en esos dibujos engañosos, hasta que por fín los ojos comprenden que el espacio que hay entre dragones es, de hecho, otro dragón.
Podrían recordar a una lata de sardinas, si uno imaginara sardinas enormes, con garras, orgullosas y arrogantes.
Y probablemente, en algún lugar, estará la llave.
[...]
Aquí es donde fueron a parar los dragones.
Aquí yacen...
No están muertos, no están dormidos. No aguardan, porque el hecho de aguardar implica una cierta expectación. Posiblemente la palabra más adecuada aquí sea...
... furiosos.
El dragón recordaa la sensación del aire verdadero bajo sus alas, y el intenso placer de las llamas. Había habido cielos limpios sobre él, y un mundo interesante abajo, lleno de extrañas criaturas que corrían. La existencia había tenido una textura diferente. Una textura mejor.
Y, justo cuando estaba empezando a disfrutarla, lo habían dominado, le habían impedido lanzar llamas y le habían dado un cachete, como a algún mamífero canino cubierto de pelo.
Le habían quitado el mundo.
En las sinapsis reptilianas de la mente del dragón latía la idea de que, quizá, podía recuperar aquel mundo. Lo habían invocado, y luego lo habían expulsado con desdén. Pero quizá quedara un rastro, un olor, un sendero para volver a aquellos cielos.
Quizá hubiera un camino de pensamiento...
Recordó uqe había una mente. Una voz patéticamente dominante, convencida de su insignificante importncia, una mente muy semejante a la del dragón, aólo que a una escala muy pequeña.
Ajá. Así.
Extendió las alas.
[...]
¿Quién lo habría imaginado? Tanto poder, y tan al alcance de la mano. El dragón sentía cómo la magia fluía hacia él, lo renovaba por momentos, desafiando todas las leyes físicas. Aquello no era el escaso sustento que le habían proporcionado hasta entonces. Aquello era comida de verdad. Con un poder semejante, no había límite para lo que podía hacer.
Pero, para empezar, tenía que presentar sus respetos a ciertas personas...
Olfateó el aire del amanecer. Estaa buscando el hedor de unas mentes.
Los dragones nobles no tienen amigos. Lo más parecido es un enemigo que todavía sigue vivo.
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