La Reina de la Hechicería - David Eddings
Eso ya era el colmo. Que aquella princesita malcriada y caprichosa lo llamara a él niño mimado, era más de lo que Garion estaba dispuesto a tolerar...
Enfurecido, comenzó a gritarle. Casi todo lo que le decía era incoherente, pero después de hacerlo se sintió mucho mejor. comenzaron a prodigarse mutuas acusaciones y la discusión pronto degeneró en insultos. Ce'Nedra chillaba como una pescadera de Camaar y la voz de Garion se rompía y oscilaba entre el barítono de un adulto y el tenor de un niño. Se hacían gestos con las manos y gritaab, Ce'Nedra daba golpes con los pies y Garion agitaba los brazos. Fue una espléndida pelea y, cuano acabó, Garion se sintió aliviado. Gritar insultos a Ce'Nedra era una diversión inocente en comparación con las cosas terribles que le había dicho a tía Pol aquella misma mañana y le permitía expresar su confusión y su rabia de un modo inofensivo.
Al final, como era de esperar, Ce'Nedra recurrió a las lágrimas, se largó y dejó solo a Garion, que se sentía más tonto que avergonzado. Al joven el enfado le duró un rato más y masculló varios insultos que no había tenido oportunidad de decirle, pero luego suspiró y se apoyó pensativo en la baranda a ver caer la noche sobre la ciudad húmeda.
Aunque no estaba dispuesto a admitirlo ni siquiera ante sí mismo, le estaba agradecido a la princesa, pues aquella incursión en el absurdo le había aclarado las ideas. Ahora veía con claridad que le debía una disculpa a tía Pol, que la había atacado para superar su propio resentimiento de culpa e intentar endilgárselo a ella. Era evidente que no podría eludir su responsabilidad, y, una vez que aceptó este hecho, comenzó a sentirse mejor.
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