sábado, 31 de mayo de 2008

Tiempo para amar - Robert Heinlein



Lazarus ganduleaba en su hamaca y se rascaba el pecho.
- Hamadríade -dijo-, esa no es una pregunta sencilla. A los diecisiete años estaba seguro de que me había enamorado. Pero no era más que una mezcla de exceso de hormonas y autoengaño. Pasaron más de mil años antes de que llegara a experimentar el amor de verdad, y me llevó años reconocer mi estado porque había dejado de usar esa palabra.
La "bonita hija" de Ira Weatheral parecía confusa mientras Lazarus volvía a pensar que Ira se había equivocado; Hamadríade no era bonita, era tan asombrosamente hermosa que habría conseguido los precios más altos en una subasta de Fátima, los exigentes traficantes de Iskandria habrían pujado entre sí y subido los precios con la convicción de que era una especulación sólida. Eso si el protector de la fe no se la había reservado para él...
Hamadríade no parecía darse cuenta de que su aspecto era excepcional, pero Ishtar sí. Los primeros diez días que la hija de Ira pasó formando parte de la "familia" de Lazarus (así pensaba en ellos, un termino bastante aceptable ya que Ira, Hamadríade, Ishtar y Galahad eran descendientes suyos y ahora disfrutaban del privilegio de llamarlo "abuelo", siempre que no abusaran de él), Ishtar había mostrado una cierta tendencia infantil a colocarse entre Hamadríade y Lazarus y también entre Hamadríade y Galahad, aun cuando eso requiriera estar en dos sitios al mismo tiempo.
Lazarus había observado divertido este baile de corral y se había preguntado si Ishtar sabía lo que estaba haciendo. Lo más probable es que no, decidió. Su supervisora de rejuvenecimiento era todo responsabilidad sin ningún sentido del humor, y se habría quedado espantada al saber que había vuelto a la adolescencia.
Pero no duró mucho. Era imposible no querer a Hamadríade, porque siempre mantenía una actitud callada y amable pasara lo que pasara. Lazarus se preguntó si era un patrón de conducta desarrollado de forma consciente para protegerse de unas hermanas menos dotadas, o solo su forma de ser natural. No había intentado averiguarlo. Pero ahora Ishtar tendía a sentarse al lado de Hamadríade o incluso a dejarle un sitio entre ella y Galahad; también dejaba que la ayudara a servir las comidas y demás, ayudante de "ama de casa" de facto.
- Si tengo que esperar mil años para entender esa palabra -respondió Hamadríade-, entonces lo más probable es que nunca la entienda. Minerva dice que no se puede definir en galacta, e incluso cuando hablo inglés clásico me doy cuenta de que pienso en galacta, lo que significa que en realidad no comprendo el inglés. Dado que la palabra "amor" aparece con mucha frecuencia en la antigua literatura inglesa, creía que el bloqueo que me impide pensar en inglés es que no entiendo esa palabra.
- Bueno, vamos a cambiar a galacta a ver qué se puede hacer. En primer lugar, muy pocas veces se ha pensado en ingles, no es un idioma apropiado para el pensamiento lógico. En realidad es una lengua emocional que se ha adaptado de maravilla a la tarea de ocultar falacias. Es un idioma que racionaliza las cosas, no un idioma racional. Pero la mayor parte de las personas que hablaban inglés no tenían más idea del significado de la palabra "amor" que tú, aun cuando la usaran todo el tiempo. ¡Minerva! Vamos a darle otra vez a la palabra "amor". ¿Quieres unirte a nosotros? Si es así, cambia a tu modo personal.
- Gracias, Lazarus. Hola Ira-Ishtar-Hamadríade-Galahad -respondió la voz de contralto sin cuerpo-. Estoy y he estado en modo personal; suelo estarlo, ahora que me ha dado permiso para utilizar mi criterio. Tiene buen aspecto, Lazarus, cada día más joven.
- Me siento más joven. Pero querida, cuando entres en modo personal deberías decírnoslo.
- ¡Lo siento, abuelo!
- No te pongas tan humilde. Solo di: "qué hay, aquí estoy", eso es todo. Y si pudieras arreglártelas para mandarnos a mí o a Ira al infierno, aunque solo sea una vez, te vendría bien. Limpia los circuitos.
- Pero no tengo ningún deseo de mandar allí a ninguno de los dos.
- Ese es el problema. Júntate con Dora y ya aprenderás. ¿Has hablado hoy con ella?
- Estoy hablando con Dora en este momento, Lazarus. Estamos jugando al ajedrez de las hadas en cinco dimensiones y me está enseñando canciones que le ha enseñado usted.

[...]

Ishtar esbozó una amplia sonrisa.
- Abuelo, es usted un viejo impostor.
- Eso sospecho desde hace ya mucho tiempo. Esperaba que no se notara. De acuerdo, el tema es el amor. Minerva, Hamita dice que tú le has dicho que no se puede definir en galacta. ¿Tienes algo que añadir a eso?
- Provisionalmente sí, Lazarus. ¿Me permite reservar mi respuesta hasta que hablen los demás?
- Como quieras. Galahad, hablas menos y escuchas más que cualquier otro miembro de la familia. ¿Quieres probar?
- Bueno, señor, no me había dado cuenta de que había algún misterio en el "amor" hasta que oí preguntar a Hamadríade. Pero yo todavía estoy aprendiendo inglés. Por el método naturalista, igual que un niño aprende su idioma materno. Ni gramática, ni sintaxis, ni diccionario, solo escuchar, hablar y leer. Adquirir palabras nuevas por el contexto. Por medio de ese método he adquirido la sensación de que "amor" significa el éxtasis compartido que se puede obtener a través del sexo. ¿Es así?
- Hijo, siento decirte esto, porque si has estado leyendo mucho inglés entiendo cómo has llegado a esa conclusión, pero te equivocas por completo.
Ishtar pareció sorprenderse. Galahad se limitó a quedarse pensativo.
- Entonces debo leer un poco más.
- No te molestes, Galahad. La mayor parte de los escritores que has estado leyendo utilizan mal la palabra, con ese sentido. Demonios, yo mismo me pasé años utilizándola mal; es un ejemplo perfecto de lo resbaladiza que es la lengua inglesa. Pero, sea lo que sea el "amor", no es sexo. No quiero menospreciar el sexo. Si hay algún propósito en la vida más importante que la cooperación de dos personas para hacer un bebé, ni todos los filósofos de la historia han sido capaces de encontrarlo. Y entre bebé y bebé, los entrenamientos mantienen vivo nuestro gusto por la vida y hacen tolerable el hecho de que criar un niño supone un trabajo endemoniado. Pero eso no es amor. El amor es algo que continúa cuando ya no sientes ninguna excitación sexual. Si así lo estipulamos, ¿quién quiere probar? Ira, ¿qué tal tú? Sabes más inglés que los demás, lo hablas casi tan bien como yo.
- Lo hablo mejor que usted, abu; lo hablo con corrección, cosa que usted no hace.
- A mí no me vaciles, muchacho; ya te daré yo a ti corrección. Shakespeare y yo nunca dejamos que la gramática interfiriera a la hora de expresarnos. Es más, una vez me dijo...
- ¡Oh, déjelo ya! Murió tres siglos antes de que usted naciera.
- Conque sí, ¿eh? Una vez abrieron su tumba y la encontraron vacía. Lo cierto es que era medio hermano de la reina Isabel, y se tiñó el pelo para que la verdad no fuera tan obvia. Y también es cierto que lo estaban rodeando, así que dio el cambiazo. Yo he muerto así varias veces. Ira, su testamento dejaba su "segunda mejor cama" a su esposa. Busca quién recibió su mejor cama y empezarás a darte cuenta de lo que pasó en realidad. ¿Quieres intentar definir el "amor"?
- No. Cambiaría las reglas otra vez. Todo lo que ha hecho hasta ahora es dividir el campo de experiencia llamado "amor" en las mismas categorías que utilizó Minerva cuando usted le hizo esa misma pregunta hace unas semanas, es decir, "Eros" y "Ágape". Pero ha evitado utilizar esas palabras técnicas en los subcampos, y por medio de ese sofisma ha intentado excluir el término general de un subcampo y de ese modo afirmar que el término que se debía definir estaba limitado al otro subcampo, y con eso lo ha amañado para poder definir el "amor" como algo exactamente igual a "Ágape". Pero una vez más, sin utilizar esa palabra. No funcionará, Lazarus. Para utilizar su propia metáfora, le he visto guardarse esa carta.
Lazarus sacudió la cabeza con admiración.
- No tienes ni un pelo de tonto, muchacho; hice un buen trabajo cuando te inventé. Un día, cuando tengamos tiempo que perder, vamos a probar con los solipsismos.
- Venga ya, Lazarus. No puede arrollarme como ha arrollado a Galahad. Las subcategorías siguen siendo "Eros" y "Ágape". "Ágape" es escaso; "Eros" es tan común que es casi inevitable que Galahad adquiriera la noción de que "Eros" supone el significado total de la palabra "amor". Pero ahora lo ha confundido de una forma injusta porque el chaval asume, incorrectamente, que usted es na autoridad fiable con respecto al idioma inglés.
Lazarus se echó a reír.
- Ira, muchacho, cuando yo era chaval vendían eso por carretas para cultivar alfalfa. Esas palabras técnicas las inventaron unos expertos de sillón de la misma clase que los teólogos. Lo que los coloca en la misma posición que los manuales de sexo escritos por sacerdotes célibes. Hijo, he evitado esas categorías tan chic porque son inútiles, incorrectas y engañosas. Puede haber sexo sin amor y amor sin sexo, y situaciones tan mezcladas que no hay forma de diferenciar qué es qué. Pero el amor se puede definir, una definición exacta que no recurre a la palabra "sexo" ni a dar cosas por sentadas por exclusión a través del uso de palabras como "Eros" y "Ágape".
- Entonces defínala -dijo Ira-. Prometo no reírme.
- Todavía no. El problema de definir en palabras algo tan básico como el amor es que la definición no la puede entender nadie que no lo haya experimentado. Es como aquel antiguo dilema de explicarle lo que es el arco iris a una persona ciega de nacimiento. Sí, Ishtar, sé que hoy en día le puedes poner ojos clónicos a esa persona, pero el dilema era ineludible en mi juventud. En aquellos tiempos se le podía enseñar a un desgraciado así toda la teoría física del espectro electromagnético, contarle con toda precisión cuáles son las frecuencias que puede captar el ojo humano, definirle los colores en términos de esas frecuencias, explicarle con toda exactitud que los mecanismos de refracción y reflexión producen la imagen de un arco iris, describirle su forma y decirle cómo se distribuyen las frecuencias, contárselo hasta que lo aprendía todo sobre los arcos iris en el sentido científico..., pero seguirías sin poder hacerle sentir esa sensación que te deja sin aliento, lo que la visión de un arco iris le inspira a un hombre. Minerva está mejor que ese hombre porque ella puede ver. Minerva, querida, ¿alguna vez contemplas los arcos iris?
- Siempre que es posible, Lazarus. Siempre que una de mis extensiones sensitivas ve uno. ¡Fascinante!
- Eso es. Minerva puede ver el arco iris, el ciego no puede. La teoría electromagnética es irrelevante frente a la experiencia.
- Lazarus -añadió Minerva-, es posible que yo vea el arco iris mejor que un ser de carne y hueso. Mi alcance visual es de tres octavas, de mil quinientos a doce mil ángstrom.
Lazarus lanzó un silbido.
- Mientras que yo me tengo que apañar con menos de una octava. Dime, niña, ¿ves acordes en esos colores?
- ¡Oh, desde luego!
- Mmm. No intentes explicarme esos otros colores; tendré que seguir siendo medio ciego. Me recuerda a un ciego que conocí en Marte, Ira, cuando dirigí ese, bueno, centro de recreo. Este hombre...
- Abu -lo interrumpió el presidente interino con tono cansado-, no nos trate como si fuéramos niños. Cierto, usted es el hombre más viejo con vida, pero la persona más joven que hay aquí, ese retoño mío que está ahí sentado poniéndole ojitos de cordero degollado, es casi tan mayor como el abu Johnson la última vez que lo vio; Hamadríade va a cumplir ochenta años. Ham, querida mía, ¿cuántos amantes has tenido?
- Por favor, Ira, ¿quién los cuenta?
- ¿Alguna vez has aceptado dinero por ello?
- No es asunto tuyo, padre. ¿O estabas a punto de ofrecerme algo?
- No te pongas insolente, querida; sigo siendo tu padre. Lazarus, ¿cree que puede asustar a Hamadríade hablando con claridad? La prostitución aquí no es un gran negocio; hay demasiadas aficionadas tan dispuestas como ella. No obstante, los pocos burdeles que tenemos en Nueva Roma son miembros de la Cámara de Comercio. Pero usted debería probar una de nuestras mejores casas de vacaciones, digamos, el Elíseo. Después de que esté totalmente rejuvenecido.

[...]

>>Pero todas lo cuidaron por igual y nunca se pelearon por él. No me he desviado de nuestro tema con este farragoso relato sobre Ruidos; seguimos definiendo el amor. ¿Quiere intentarlo alguien ahora?
Galahad dijo:
- Ruidos amaba a todas y cada una de ellas. Eso es lo que ha estado diciendo.
- No, hijo, no amaba a ninguna. Cariño sí, pero las dejó sin mirar atrás.
- Entonces estaba diciendo que eran ellas las que lo amaban a él.
- Correcto. Una vez que comprendáis la diferencia entre lo que sentía él por ellas y lo que ellas sentían por él, ya casi habremos llegado.
- Amor de madre -dijo Ira, y añadió con brusquedad-: Lazarus, ¿está intentando decirnos que el amor de madre es el único amor que existe? ¡Pero hombre, ha perdido la cabeza!
- Es probable, pero no hasta ese punto. He dicho que lo cuidaron como una madre; no he dicho ni una palabra sobre "amor de madre".
- Hmm... ¿Se acostó con todas?
- No me sorprendería, Ira. Nunca intenté averiguarlo. Irrelevante, en cualquier caso.
Hamadríade le dijo a su padre:
- Ira, el amor de madre no puede ser lo que estamos intentando definir; con frecuencia no es más que un sentido de la obligación. A dos de mis mocosos tuve tentaciones de ahogarlos, como quizás hayas supuesto al ver lo pequeños demonios que eran.
- Hija, todos tus retoños eran niños encantadores.
- Oh, por favor. Con un bebé hay que ser madre pase lo que pase, o cuando crece se convierte en un monstruo todavía peor. ¿Qué pensabas de mi hijo Gordon cuando era un bebé?
- Un niño delicioso.
- ¿De verdad? Se lo diré..., si es que alguna vez tengo un varón y lo llamo Gordon. Lo siento, mi querido anciano, no debería haberte tendido esa trampa. Lazarus, Ira es un abuelo perfecto, nunca se olvida de un cumpleaños. Pero siempre he sospechado que es Minerva la que lo mantiene al corriente de esas cosas, y ahora lo sé. ¿No es cierto, Minerva?
Minerva no respondió y Lazarus dijo:
- No trabaja para ti, Hamadríade.
- ¡Pues claro que es Minerva la que me mantiene al corriente de esas cosas! -dijo Ira con aspereza-. Minerva, ¿cuántos nietos tengo?
- Ciento veintisiete, ira, contando el niño que va a nacer la semana que viene.
- ¿Cuántos bisnietos? ¿Y quién va a tener el niño?
- Cuatrocientos tres, señor. Marian, la actual esposa de su hijo Gordon.
- Mantenme al tanto. Ese era el pequeño Gordon en el que estaba pensando, señorita listilla. Gordon, el hijo de Gordon..., esto, con Evelyn Hedrick, creo. Lazarus, le he engañado. Lo cierto es que emigro porque tengo tantos descendientes que me están echando de este globo.
- Padre, ¿vas a irte de verdad? ¿No es solo hablar por hablar?
- Sigue siendo alto secreto hasta después de la reunión de administradores de cada decena, querida. Pero así es. ¿Quieres venirte? Galahad e Ishtar han decidido ir; van a abrir un establecimiento de rejuvenecimiento en la colonia. Tienes entre cinco y diez años para aprender algo útil.
- Abuelo, ¿usted va a ir?
- Improbable hasta la undécima potencia, querida mía. Yo ya he visto muchas colonias.
- Quizá cambie de opinión. -Hamadríade se levantó y miró a Lazarus-. Quiero proponerle, en presencia de tres testigos, de cuatro, Minerva es la mejor testigo posible, un contrato de cohabitación y progenie durante el periodo de tiempo seleccionado por usted.
Ishtar parecía sorprendida, luego borró toda expresión de su rostro; los demás no dijeron nada.
Lazarus respondió.
- Nieta, si no fuera tan viejo y no estuviera tan cansado, te daría una azotaina.
- Lazarus, soy su nieta solo por cortesía; de usted es menos del ocho por ciento de mi linaje total. Menos todavía en términos de genes dominantes, con una probabilidad que va descendiendo de refuerzo desfavorable; se han eliminado los recesivos perniciosos. Le enviaré mi patrón genético para que lo inspeccione.
- No se trata de eso, querida.
- Lazarus, tengo la certeza de que en el pasado se ha casado con sus descendientes. ¿Existe alguna razón para discriminarme a mí? Si me la dice, quizá pueda corregirla. Debo añadir que esta solicitud no depende de si emigra o no. -Y Hamadríade añadió-: O podría ser solo para tener progenie, aunque me sentiría orgullosa y feliz de que me permitiera vivir con usted.
- ¿Pero por qué, Hamadríade?
La joven dudó.
- No sé cómo responder a eso, señor. Había pensado que podría decir que lo amo, pero al parecer no sé lo que significa esa palabra. Así que no tengo ninguna palabra en ninguno de los dos idiomas para describir mi necesidad..., y seguí adelante sin ella.
- Te quiero, querida... -dijo Lazarus con dulzura.
El rostro de Hamadríade se iluminó.
Él continuó:
-... y por esa misma razón debo rechazarte. -Lazarus miró a su alrededor-. Os quiero a todos. Ishtar, Galahad... Incluso a ese feo y hosco padre tuyo, querida, que está ahí sentado con aspecto preocupado. Y ahora sonríe, cariño, porque estoy seguro de que hay un sinfín de jóvenes galanes que están deseando casarse contigo. Sonríe tú también, Ishtar, pero tú no, Ira, se te agrietaría la cara. Ishtar, ¿quién os releva a ti y a Galahad? No, me da igual quién esté programado. ¿Me permitís quedarme solo el resto del día?
La joven dudó.
- Abuelo, ¿me permite mantener personal en la sala de observación?
- Lo harás de todos modos. ¿Pero quieres limitarlos a los cuadrantes e indicadores, o lo que sea que utilicéis? ¿Que no me vigilen ni escuchen? Minerva te lo dirá si me porto mal, de eso estoy seguro.
- No habrá ojos ni oídos sobre usted, señor. -Ishtar se levantó-. Vamos, Galahad. ¿Hamadríade?
- Solo un momento, Ish. Lazarus..., ¿le he ofendido?
- ¿Qué? En absoluto, querida mía.
- Creí que estaba enfadado conmigo por... lo que le he propuesto.
- Oh, tonterías. Hamamita, ese tipo de proposiciones jamás ofende; es el cumplido más grande que un ser humano puede hacerle a otro. Pero sí es cierto que me ha confundido. Ahora sonríe y dame las buenas noches con un beso, luego ven a verme mañana si lo deseas. Venga, chicos, dadme todos las buenas noches con un beso, aquí no se ha enfadado nadie. Ira, quizá podrías quedarte un rato por aquí, si no te importa.
Como niños dóciles así lo hicieron; luego entraron en el ático de Lazarus y cogieron el transporte para bajar. Lazarus dijo:
- ¿Una copa, Ira?
- Solo si usted también toma una.
- Entonces lo dejamos. Ira, ¿se lo has sugerido tú?
- ¿Eh?
- Ya sabes a lo que me refiero. Hamadríade. Primero Ishtar, ahora Hamadríade. Has manipulado todo este asunto desde el momento en que me arrancaste de aquella fonducha donde me estaba muriendo con decencia y sin molestar a nadie. ¿Otra vez has estado intentando meterme en el plan que tengas rondándote por la cabeza, poniéndome unos cuantos culos bonitos delante de la nariz? No va a funcionar, chaval.
El presidente interino respondió en voz baja.
- Podría negarlo... y dejar que por centésima vez me llame mentiroso. Le sugiero que se lo pregunte a Minerva.
- Me pregunto si eso es una garantía. ¡Minerva!
- ¿Si, Lazarus?
- ¿Ha montado Ira esto, con alguna de las chicas?
- No que yo sepa, Lazarus.
- ¿Es eso una evasiva, querida?
- Lazarus, a usted no puedo mentirle.
- Bueno... Creo que podrías si Ira quisiera, pero no tiene sentido indagar en ello. Concédenos un poco de intimidad por unos momentos, querida, solo modo de grabación.
- Sí, Lazarus.
- Ira, ojalá hubieras respondido "si". Porque la única explicación que queda no me gusta. No tengo nada de guapo y mis modales no son de los que me granjean la simpatía de las mujeres, así que, ¿qué nos queda? El hecho de ser el hombre vivo más viejo. Las mujeres se venden por extrañas razones, y no siempre por dinero. Ira, no tengo ningún deseo de ser el semental de unas cuantas chicas monas que no perderían ni un momento de su tiempo conmigo si no fuera por el prestigio que da tener un hijo con, y cito, el Miembro más antiguo, fin de la cita.
Lo miró furioso.
>>¿No?
- Lazarus, está siendo injusto con las dos mujeres. Y también torpe, y eso no es muy habitual en usted.
- ¿Cómo?
- Las he observado. Creo que las dos lo aman, y a mí no intente enredarme hablando sobre lo que significa ese verbo; yo no soy Galahad.
- Pero... ¡Oh, mierda!
- No voy a discutir sobre esa base; la "mierda" es un tema sobre el que usted es la máxima autoridad de la galaxia. Las mujeres no siempre se venden, y sí que se enamoran... Con frecuencia por las razones más extrañas, si es que "razón" es una palabra que se puede aplicar aquí. Cierto que es usted feo, egoísta, egocéntrico, hosco...
- ¡Soy muy consciente de ello!
- ... conmigo. No obstante, a las mujeres no parece importarles mucho el aspecto que tenga un hombre, y usted es sorprendentemente dulce con las mujeres. Lo he notado. Y dice que todas esas pequeñas putitas de Marte amaban al hombre ciego.
- Algunas no eran tan pequeñas. Anna la Grande era más alta que yo, y pesaba más.
- No intente cambiar de tema. ¿Porqué lo amaban? No se moleste en responder: la razón por la que una mujer ama a un hombre, o un hombre ama a una mujer, no se puede racionalizar solo en términos de supervivencia, y la respuesta no tiene sabor, es insatisfactoria. Pero..., Lazarus, cuando haya terminado el proceso de rejuvenecimiento y usted y yo hayamos acabado con nuestra apuesta de Sherezade, da igual cómo, ¿va a volver a marcharse?
Lazarus se lo pensó un poco antes de responder.
- Supongo que sí. Ira, esta cabaña, y el jardín y el arroyo que me has prestado son muy bonitos; las veces que he bajado a la ciudad me he apresurado a volver, encantado de estar en casa. Pero no es más que un lugar de descanso; no me voy a quedar. Cuando los gansos salvajes graznan, yo me voy. -Lazarus se puso triste-. Pero no sé a dónde y no quiero repetir las cosas que ya he hecho. Quizá Minerva me encuentre algo nuevo cuando llegue el momento de marcharse.
Ira se levantó.
- Lazarus, si no fuera tan horrible, suspicaz y tacaño, le daría a las dos mujeres el beneficio de la duda y las dejaría a las dos con un hijo que les recordara a usted. No le costaría demasiado esfuerzo.
- ¡Ni hablar! Yo no abandono a los niños. Ni a las mujeres embarazadas.
- Excusas. Yo adoptaré, en el útero, a cualquier niño que engendre antes de abandonarnos. ¿Hago que Minerva lo coloque en permanente y lo selle?
- ¡Soy muy capaz de mantener a mis propios hijos! Siempre lo he hecho.
- Minerva. Transfiérelo y séllalo.
- Completado, Ira.
- Gracias, mi estupenda Pesadita. ¿Mañana a la misma hora, Lazarus?
- Supongo. Sí. Llama a Hamadríade, ¿quieres?, y pídele que venga también. Dile que te lo pedí yo. No quiero que la niña se sienta herida.
- Claro, abu.

2 comentarios:

Goblinoide dijo...

Qué larguísimo, me ha costado horrores pero conste que lo he leído entero ;p

Me ha costado un poco seguirlo porque no sé el contexto de la historia completa, pero he acabado... digamos "fascinada" por los personajes y su forma de vida... Los linajes fgenéticos, y la definición de "amor" al final se ha quedado sin respuesta, mira que me ha fastidiado :P yo que buscaba una definición convincente :P Bueno, al menos sigo pudiendo ver los colores, jujuju...

Un abrazo ^^

Ghanima Atreides dijo...

Jajajajajaja
La verdad es que la novelita se las trae bastante en algunos puntos, pero si te va la CCFF te la recomiendo mucho. Además, la han reeditado no hace mucho, así que no es difícil de encontrar ^^